domingo, 5 de abril de 2015

03

El jueves era un día plomo en la escuela. Tres horas de Lengua, una de Música y una Geografía con '' la Foca ''. De las cuatro maestras que tenian los séptimos, esta era la mas odiada. Pertenecia a la clase de maestras ''podridas '': Todo el tiempo pedia mapas prolojitos, bibujos pintaditos, daba pilas de tarea, tomaba lecciones o pruebas todas las clases, era aburrida, no dejaba hablar, no los dejaba correr en el recreo, gritaba y palmeaba todo el tiempo como una... foca. Además era y fea, con unos anteojos que resbalaban por la nariz ganchuda, y unos horribles y amarillos dientes.
Desde el comienzo del año, los chicos buscaban la forma de desaparecer de su clase, pero sabian que era imposible. Hasta que a Nicolas se le ocurrió el plan de esconderse en el sótano del colegio con sus tres mejores amigos: Peter, Euge y Lali.
Al comienzo, todos se negaron. La idea parecia muy riesgosa. Nico, de a poco, fue elaborando un plan. ¿Qué Problema habia en decirle que sií? Total... Nunca conseguirían la llave. Pero Nico tenía todo muy bien organizado.
El sótano era un misterio para todos los chicos de la escuela. Estaba cerrado con llave y no se abría jamás. Muy de vez en cuando, Ramón, el portero, bajaba con algún mueble en desuso o alguna caja llena de cosas, y lo volvía a cerrar. A veces, también, alguien decía que había escuchado ruidos en el sótano y entonces empezaban a circular historias sobre fantasmas y espíritus, pero después de un tiempo, todo el mundo se olvidaba.
Ratearse al sótano era bueno para salvarse de la hora de la Foca, pero era mucho mejor para pasar el rato en un lugar desconocido, donde nadie los pudiera encontrar, bajo tierra, los cuatro juntos.
Hoy era el día. Jueves, durante la última hora. Peter había tardado mucho en conseguir la llave. Con la excusa de pedirle herramientas a Ramón o de ayudarlo con algo, Peter tenía que conseguir el llavero, probar cuando nadie lo viera las millones de llaves que Ramón llevaba colgando en la cintura hasta encontrar la del sótano y sacarla. En realidad, esto no era díficil para Peter porque Ramón, con frecuencia, le daba el llavero para que busque algo en el cuartito de limpieza o en algún armario. Pero se había demorado porque tenía mucho miedo de que lo descubrieran.
Hoy tenían la llave. Era muy poco probable que la Foca se diera cuenta de su ausencia. Por lo general, los jueves a la última hora no tomaba lección y dibujaba en el pizarrón mapas interminables que todos copiaban. Jamás se daba vuelta, salvo para pegarle un grito a alguien que estaba hablando. Pero como ellos no iban a estar, no tenía por qué gritarles.
Paula llegó esa mañana contentísima, esperando la bronca de los chicos por lo que les había hecho el día anterior para poder reírse en sus propias narices. Pero los cuatro estaban tan preocupados con la rateada, que ninguno le dió bolilla. Y para colmo, el resto del grado no hacía más que hablar de lo bien que lo habían pasado en la casa de Peter. Paula se mordía los codos con bronca. Últimamente nada le estaba saliendo bien. Ella sabía que nadie la soportaba en el grado, pero eso no era lo que la preocupaba. Pensaba que nadie la tragaba por envidia, porque todas las maestras la trataban bien, porque su papá era el Presidente de la Cooperadora desde hacía mucho... Pero lo que sí le daba bronca, era molestar a sus compañeros y que ellos no se enojaran. Esto la ponía furiosa. Claro que pasaba muy pocas veces, porque las bromas de Paula eran pesadas, desagradables y antipáticas. Y más de una vez se había tenido que pelear a las piñas con alguno de sus compañeros. Total... ella tenía más fuerza que muchos de ellos.
Esto de ayerhabía sido una obra maestra de maldad y no parecía importarle a nadie.
Algo estaba sucediendo. Había que investigar.
Durante la hora de Lengua, Lali y Eugenia no pudieron dejar de cuchichear.
Eugenia había traído galletitas y un peine. Nadie entendía para qué podía servirles un peine en el sótano, pero ella afirmaba que a lo mejor si se despeinaban y que si salían despeinados alguien podía sospechar.
-De mí van a sospechar si me ven peinado -le dijo Nicolás que usaba el cómodo sistema de peinarse con la mano.
-Vos, si no querés, no te peines, pero yo no pienso salir del sótano hecha una bruja -y con eso, Eugenia dió por terminado el tema.
Lali había estado pensando todo el día en qué podía necesitar en el sóitano. Pensó en una escoba por si estaba muy sucio, pero le pareció muy sospechoso venir con la escoba a la escuela. Se decidió por un repasador por si tenía que sentarse en el suelo para no ensuciarse el delantal. Después pensó en las cosas que llevaba su mamá cuando salían de vacaciones, y metió todo lo que pudo en la mochila: curitas, alcohol, pomada para los golpes, gotas para la nariz, aguja e hilo y un par de botones.
Decididamente, las chicas no tenían idea, pensó Nicolás, casi arrepentido de haberles dicho, aunque a él tampoco se le ocurría demasiado que llevar. Se decidió por algo para comer y una revista de historietas, por si le resultaba aburrido.
El que cargó con un verdadero arsenal de artefactos fue Peter. Una linterna por si no había luz, su mp3, una soga, un destornillador, algunos alambres y tornillos y su último invento, el control remoto, porque nunca se sabe con qué puede encontrarse uno ahí abajo.
La hora de música fue insoportable. Las canciones eran chicle. La voz de pito de la profesora les agujereaba los oídos y Paula se había instalado justo en la fila de atrás. No los dejaba ni respirar. Preguntaba para qué a todo lo que les escuchaba decir, hasta cuando estornudaban. Ni las amenazas de Nicolás lograron espantarla esta vez.
El problema iba a ser deshacerse de ella en el recreo. Los chicos podían esconderse en el baño, pero las chicas no iban a poder escapar tan fácilmente. Si no se podían sacar a Paula de encima, chau sótano.
Nicolás tuvo una idea. La llamó y le dijo:
-Si vos prometés ayudarnos, te contamos lo que vamos a hacerle a la Foca.
Paula entró sin sospechar nada. ¡Por fin iba a enterarse de lo que estaba pasando!
-Durante el recreo vamos a llenar bombitas de agua en el baño y cuando empiece la clase, la vamos a vaciar contra la pared y le decimos a la Foca que pierde un caño y que se está inundando el aula. Entonces no va a dar la clase o, por lo menos, va a perder un montón de tiempo -le explicó Nicolas.
-¿Y yo que tengo que hacer? -preguntó Paula, que tan entusiasmada que estaba porque le habían avisado, no se daba cuenta de que era un plan descabellado.
-Vos tenés que entretener a la maestra. Traela al aula en el recreo y le mostrás la carpeta, no sé, lo que quieras. Algo se te va a ocurrir a vos que sos tan inteligente.
Paula no lo podía creer. ¡Nicolas confiaba en ella! Claro que era inteligente, iba a inventar algo bárbaro.
-¡Ojo! -recalcó Nico- que no vaya a salir del aula.
-No te preocupes, dejame a mí -lo tranquilizó.
Listo. Con eso, Paula se iba a pasar el recreo ocupada y, por suerte, la Foca también. Había sido redondo.
En ese recreo, los chicos no pudieron ni jugar, ni hablar, ni nada de nada. A cada rato les parecía que alguien los miraba, que toda la escuela los vigilaba. Antes de que tocara el timbre, se fueron al baño y ahí esperaron. Paula había cumplido con lo suyo: la Foca ni apareció.
Se escondueron en el baño. Lali aprovechó para hacer pis como cinco veces. Escucharon el timbre. Escucharon a las maestras llamando a formar. Las voces de los chicos que se callaban. El típico grito de la de cuarto grado pidiendo silencio. Las puertas que se iban cerrando.
Peter fue el primero en salir. Nadie en el pasillo. El sótano estaba frente al baño, apenas unos metros más allá. No había aulas en esa zona. Peter cruzó silbando y puso la llave en la cerradura. Si alguien lo veía, podía decir que Ramón lo había mandado a buscar algo. Pero nadie pasó. Entró y dejó la puerta entornada. Atrás de él se metió Nicolas, como una ráfaga.
-¿Y las chicas? -preguntó Peter.
-Qué sé yo -dijo Nico-. Se estarán peinando.
-¿Cómo se van a estar peinando?... Por ahí se arrepintieron.
-Entonces, vamos -Nicolas empezó a caminar.
-No, pará -lo detuvo Peter-. Esperemos un cachito. Por ahí no pudieron salir.
Y era cierto. Justo cuando estaban por salir del baño escucharon que la canilla de la pileta estaba abierta. Se subieron al inodoro para que no les vieran los pies. Lali ahogó un estornudo que le hizo perder el equilibrio y meter el pie en el inodoro. Eugenia se retorcía de risa y nervios. ¿Quién podía lavarse las manos tanto tiempo? La canilla no se cerraba nunca. Si seguían tardando, los chicos se iban a ir sin ellas. Eugenia se estiró para ver por arriba de la puerta. ¡No había nadie en el baño! La canilla había quedado abierta. Nunca había habido nadie.
Salieron, se asomaron al pasillo y se volvieron a esconder. Ahí venía la profesora de gimnasia con los de segundo. Esperaron a que pasaran. Volvieron a salir. A los empujones, se metieron en el sótano justo cuando Peter ya estaba cerrando la puerta.
-Casi nos vamos sin ustedes -les dijo Peter.
-¡Uy! No sabés -empezó Eugenia-, estábamos en el baño, ¿no?, y cuando tocó el timbre escuchamos una canilla abierta y entonces nos subimos...
-¡Para de hablar, cotorra! -le dijo Nicolas tapándole la boca-. Vamos.
Cuando cerraron la puerta quedaron en total oscuridad. Sólo distinguían el reflejo de sus delantales blancos. Se agarraron de la mano y empezaron a caminar.
En el aula, Paula, sonriente, esperó la llegada de sus compañeros. Suponía que cada uno traía una bombita llena de agua, escondida en algún lado. A medida que entraban los miraba como diciendo: ''Y... ¿todo listo?'' Pero nadie le contestaba.
Esperó a que llegara Nicolas. Por ahí, era el único que lo sabía. Pero Nicolas no llegó, ni llegó Peter, ni Lali, ni Euge. La Foca comenzó la clase. Los chicos no aparecían y Paula empezó a sospechar que le habían tomado el pelo. Lo primero que pensó fue en vengarse de ellos diciéndole a la Foca que faltaban cuatro compañeros, pero no se animó. Además, mejor iba a ser descubrir ella misma dónde se habían metido. Fingiendo que copiaba el mapa hacía conjeturas para adivinar dónde podían estar. Trató de recordar todo lo que había escuchado los últimos días. La Foca seguía dibujando.

Bien hecho, genio Nico ahre. Bueno.
¡Perdón la tardanza! Aunque fue largo el capítulo así que no se pueden quejar, ¡eh!
No se pueden perder el siguiente, ¡los chicos en el sótano! :o c: bue.

juli. (@esposmysmile)

miércoles, 25 de febrero de 2015

02

Antes de comenzar este capítulo quiero decirles que no es necesario comentarla a esta novela. Yo esto lo hago por ''hacer algo''. Esta nove no tiene muchos besos (de echo tiene dos) ya que los protagonistas son de séptimo grado, en este caso tienen entre 12 y 13 años y no da para ponerle besos. Tal vez si exista más Fallen Map con los chico crecidos existan mas cosas románticas. Laliter y Niceuge no significa solo ''pareja'' sino puede ser una amistad, hermanos, parientes, etc. Eso, disfruten.

02

Si se iban a encontrar esa tarde debía ser para algo importante, iba pensando Paula, mientras golpeaba las paredes con el rollo de cartulina que había llevado para hacer la lámina del aparato respiratorio. La maestra no había dado ningún trabajo en grupo, así que no se iban a reunir para hacer tarea. Tampoco era el cumpleaños de nadie. No iban a ir a la plaza para andar en bicicleta, porque cuando los chicos salían en bici siempre iban solos, no con las chicas.
Si iba Eugenia, seguro que también iba Mariana, porque siempre andaban juntas. Y si iba Peter, seguro que también iba Nico, porque a Peter solo, nunca se le ocurriría nada.
Había cuatro, seguro, en esa reunión, pero, ¿Iba alguien más? Eso lo podía averiguar por teléfono. Podía llamar uno por uno y preguntarles si esa tarde iban a la casa de Peter.
¿Y si todo el grado iba a la casa de Peter y no la habían invitado? No. No creía. Nunca nadie había podido organizar una fiesta sin que ella se enterara. No era una fiesta, aunque... ¡la fiesta lo podía organizar ella! Aunque, si ella no podía ir a lo de Peter porque no la habían invitado, lo que si podía hacer; ¡era arruinarles la reunión, o la fiesta, o lo que fuera!
Contenta con su idea metió la cartulina en la mochila y apuró el paso. Tenía poco tiempo, si quería que todo saliera bien.

A las cinco de la tarde, sonó el primer timbre en la casa de Peter. Peter atendió el portero eléctrico y escuchó la voz de la madre de Lali.
-Peter..., ¿está tu mamá?
-Se está bañando -mintió Peter rápidamente.
-Bueno, acá de la dejo a Lalita. A las siete la vengo a buscar. Pórtense bien.
Peter salió a esperar a Lali en ascensor.
-¡Hola! -saludó, mientras abría la puerta del ascensor con un aparatito de control remoto que acababa de inventar-. ¿Cómo hiciste para que te dejaran venir?
-Le dije a mi mamá que teníamos que preparar un trabajo en grupo para Naturales -dijo Lali mientras intentaba cerrar la puerta del ascensor-. Che, se trabó la puerta -avisó.
-Ya sé, mi control remoto sirve para abrirla, pero se traba en la mitad y después no cierra. Lo tengo que perfeccionar.
-¿Lo hiciste vos? -a Lali le sorprendían los inventos de Peter, aunque no podía entender cómo le divertía perder el tiempo con eso.
-Sí, nena, ¿no te acordás que te conté? Pero así no sirve. Para mí, es la botonera. Espera que lo desarmo.
Peter se metió en su casa y dejó a Lali forcejeando con la puerta del ascensor.
-¡Peter! -gritó Lali-. No la puedo cerrar.
Pero Peter ya estaba sumergido en su control remoto con pinzas raras, destornilladores y alambres. Lali tuvo que entrar a buscarlo.
-Te digo que la puerta no cierra -le repitió.Bueno, déjala así.
-¿Abierta?
-Sí, ahora voy.
-¿Por qué no llamás a tu mamá? -sugirió Lali que ya se estaba poniendo nerviosa.
-Porque no está -le confesó Peter sin sacar la nariz del soldador.
-¿Pero no se está bañando? -Lali estaba cada vez más nerviosa: si su mamá se enteraba de que estaba sola con Peter y que además, habían roto la puerta del ascensor, se iba a comer una penitencia de aquellas.
-No. Dije que se estaba bañando para que tu mamá te dejara entrar -le explicó Peter-. No creo que lo puedo arreglar ahora, se me acabó el estaño.
-Bueno, dejalo y vamos a cerrar la puerta.
Lali insistía. Por lo menos que nadie fuera a quejarse.
-Vamos. Traé ese martillo -le dijo Peter desde el pasillo.
Lali salía con el martillo en la mano cuando sonó el timbre del portero.
-¡Mi mamá! -se sobresaltó Lali.
-No, debe ser alguno de los chicos.
-Seguro que es mi mamá.
-Mirá, quedate tranquila, porque si es tu mamá, no puede subir porque no hay ascensor.
Peter atendió el portero eléctrico. Lali tenía la oreja pegada al tubo, pero no escuchaba nada.
-No, señora. Mi mamá no está (...) Lali está sola conmigo, sí (...) ¿Los chicos? No, no viene nadie más, estamos solos, pero no podemos bajar porque Lali rompió el ascensor.
A Lali se le llenaron los ojos de lágrimas. Las piernas le temblaban.
-¿Qué se la lleva a su casa? Bueno, pero suba por la escalera porque el ascensor no anda. Tu mamá -confirmó Peter.
Lali, muda para siempre, agarró su mochila y sin soltar el martillo comenzó a caminar hacia la puerta. Escuchaba pasos en la escalera cada vez más cercanos. No se le ocurría pensar, ni siquiera, una excusa para salvarse.
Terminaron los pasos en los escalones y avanzaron por el pasillo. Sonó el timbre del departamento y, sin esperar respuesta, se abrió la puerta. A Lali se le cayó el martillo de la mano.
-Hola... -saludó el papá de Peter.
Lali se largó a llorar, no sabía bien si del susto o porque el martillo le había dado en el pie.
-¿Pasa algo? -preguntó el padre de Peter extrañado.
-No, nada, que se trabó la puerta del ascensor -le contestó Peter haciéndose el desentendido.
-¿Y por eso está llorando? -volvió a preguntar el padre de Peter, sospechando que planeaban algo.
-Eh... sí. Ella, cada vez que se rompe algo llora. Es muy... sensible. Mirá, llora hasta cuando se le rompe la mina de un lápiz -Peter se dió cuenta que no había sido muy convincente-. Cuando la madre hace la comida y rompe un huevo, también se pone a llorar.
Lali se rió. Al fin había zafado. Después de todo, él le había querido hacer una bromita y la tonta se había puesto a llorar. ¡No era para tanto!
-Bueno -dijo el padre de Peter-, vamos a arreglar esa puerta.
Agarró el martillo, salió al pasillo y pegó un martillazo en el riel.
-Ya está -dijo-. Me tengo que acordar de avisarle al portero que esta puesta se traba todo el tiempo.
Peter y Lali se miraron. Las paces estaban hechas. El padre de Peter se metió en la cocina y se tentaron. Peter escondió el control remoto y Lali se sacó la media para ver cómo tenía el pie. Él pensó que Lali tenía pies grandes, pero dada la estatura de un metro cuarenta y siete de Lali sus pies eran chiquititos. Ella se puso colorada cuando se dió cuenta que Peter la estaba mirando. ¿Por qué esa desgracia de ponerse colorada por cualquier cosa?
Sonó el timbre. Era Eugenia.
-¿Y Nico? -preguntó Euge mientras entraba.
-Todavía no llegó -le contestó Peter.
-Espero que no tarde, a mi me vienen a buscar a las siete -dijo Lali.
-Entonces empecemos -les propuso Eugenia.
-No, che, esperemos a Nico -dijo Peter.
-¡Quién sabe a que hora viene! -protestó Lali.
-Está bien, lo esperamos diez minutos -Euge no quería empezar sin Nico. Después de todo, él había ideado el plan.
-Esperen que busco galletitas. ¿Quieren Coca? -les preguntó Peter.
-Bueno.
¿Para qué había ofrecido Coca si era seguro que no había? Ni siquiera sabía si había galletitas. Algo iba a encontrar. Sí, el tarro de las galletitas abierto y vacío. Su papá se había comido las últimas.
Peter volvió con dos panes y un sifón.
-Es lo único que encontré -les dijo-. No hay ni manteca.
Lo salvó el timbre.
-¡Nico! -gritaron los tres al mismo tiempo.
Peter fue a atender.
-Che... ¿alguien le dijo a Candela que venga? -preguntó cuando volvió a la cocina.
-¿Candela Vetrano? -dudó Euge y Peter asintió-. No. Le habrá dicho Nico.
Llego Cande con una coca en la mano.
-¡Uy! ¡Coca! Mató -fue el saludo de Peter.
Cande se sacó la campera y se sentó en el sofá. Nadie hablaba.
-¿Hicieron la tarea de La Foca? -preguntó por decir algo.
-No.
Los chicos se miraron: ¿sabía o no sabía?
-Yo tampoco. No compré ni el mapa todavía -siguió Candela.
Se volvieron a callar. Mejor que llegara Nico antes de preguntarle nada. Volvió a sonar el timbre.
-¡Nico! -gritaron Lali y Euge.
-No, Pablo -anunció Peter asomándose desde la cocina. Y el timbre volvió a sonar.
-¡Nico! -repitieron las chicas.
-Rocío y Mery.
Entró Pablo con un paquete de papas fritas, Rochi y Mery con más Cocas. Siguió sonando el timbre. Llegaron Gastón, Vico y Daky. Gas traía una pila de CDs y los puso en el equipo. Algunos comenzaron a bailar. Peter seguía atendiendo el portero y trayendo vasos. Las chicas seguían gritando ''¡Nico!'' cada vez que sonaba el timbre. Llegaron Paz, Guadalupe y Agustina. Llegó Maxi. Se sumaron al baile. Peter, Euge y Lali se miraban. No podían hablar. ¿Por qué no llegaba Nico? Les había hecho una broma pesada. ¿Habría invitado realmente a todo el grado? Lo único que faltaba es que también viniera Paula. Timbre otra vez.
-¡Nico! -repitieron las chicas incansables.
-Sí, Nico.
Los tres suspiraron aliviados y corrieron a esperarlo en el ascensor.
-¿Se puede saber por qué les dijiste a todos? -lo atajó Euge, furiosa.
-¿A todos? -Nico no entendía nada.
-A todo el grado, dejá de hacerte el idiota -le dijo Lali.
-¿Están locos? ¿Qué le dije a todo el grado qué?
-Que vengan a mi casa -le aclaró Peter.
-¡¡Uy!! Que plomos están. Está bien, che, disculpen. Se me hizo tarde, no es para ponerse así tampoco, ¿no? -dijo Nico mientras abría la puerta del departamento.
-¿Y esto qué es? -gritó cuando vio a sus compañeros.
-Eso es lo que queremos que ''vos'' nos expliques -le dijo Euge.
-¿Yo?
-Sí, vos, que les dijiste que vengan -le reprochó Lali.
-¿Qué te pasa, nena? Yo no le dije nada a nadie -se defendió Nico.
-¿Estás seguro? -le preguntó Peter.
-No sé -dijo Nico-. Por ahí soy sonámbulo y hablo dormido.
-¿Entonces quién les avisó? -Peter estaba asombrado y, ademas rogaba que su mamá no llegara justo en ese momento.
-Averigüemos -Nicolás paró la música y ante la sorpresa de todos gritó-: ¿Se puede saber quién organizó esta fiesta?
-¡Peter! -dijeron todos a coro.
-No, yo no fuí -se defendió Peter.
-¡Qué no! A mí me avisó Paula. Me dijo que vos tenías el teléfono roto y que no podías llamar a todos.
Así que había sido un plan de Paula. Nicolás quería irse hasta la casa y reventarla a piñas. Lo convencieron de que era inútil. Evidentemente, en el medio del baile, no podían planear la rateada de mañana. La única esperanza era que los vinieran a buscar a todos antes que a ellos tres. Imposible. Paula había dicho que la fiesta era hasta las diez. Peter estaba listo. Su mamá iba a volver a las ocho. No había forma de que no se encontrara con la fiesta sorpresa y era difícil que le creyera esa pavada.
Decidieron que lo de mañana iba a ser sin planificar y que cada uno llevaría lo que le pareciera necesario. Y que, en vista de las circunstancias, lo mejor era ponerse a bailar ellos también.
A Lali la vinieron a buscar a las siete en punto, y a Euge a las siete y media.
Nico también se tuvo que ir y Peter se quedó bailando hasta que se fue el ultimo.
Esa noche, en sus casas, los cuatro estuvieron dando vueltas, hasta tarde. Iban poniendo en una mochila todo lo que creían que podía ser útil en un sótano. Después sacaban la mitad, lo volvían a poner. Se durmieron tardísimo, pensando si no se habían olvidado nada; y, con miedo de que alguien pudiera sospechar, pero armando y desarmando una y mil veces ese sueño, ahora posible, que era descubrir un lugar secreto para los cuatro, lejos del mapa de La Foca.
A la mañana siguiente todos se despertaron antes de que los llamaran. Todos menos Nicolas que, por supuesto, se quedó dormido y llegó tarde al colegio.

Espero que les guste :)
Juli. (@esposmysmile)

sábado, 21 de febrero de 2015

01

-Peter ya tiene la llave del sótano -le dijo Euge a Lali mientras buscaba en su mochila la carpeta de Lengua.
-¿Qué llave?
-La del sótano, nena.
Lali sintió un escalofrío que le subió desde el dedo gordo hasta la punta de la trenza. Se puso colorada. ¡Siempre le pasaba lo mismo! Le pareció que todos los chicos la miraban, que la maestra la miraba, que la directora también la miraba a través de las paredes. Estaba segura de que todos habían escuchado lo de la llave y que estaban esperando que ella diera una buena explicación.
-¿Para que sirve la llave, Mariana? -preguntó la maestra que estaba haciendo un análisis sintáctico en el pizarrón. Todo estaba perdido: había escuchado.
-Yo no fuí seño, fue... -se apuró a decir.
La interrumpió una carcajada general.
-La llave que dibujé en el pizarrón, ¿para qué sirve? -repitió la maestra.
-¡Ah! Yo creí que hablaba de la llave... -ahora la interrumpió una patada de Eugenia-. La llave sirve para marcar el sujeto.
-Bien, Espósito. A ver si se despierta m'hijita.
-¡Imbécil! Casi lo arruinás todo -susurró Euge.
-Es que estaba pensando en el sótano Euge... nos van a pescar.
-No nos van a pescar nada y nos vamos a re-divertir, cortala.
-¿No lo podemos dejar para el año que viene?
-¿Sos idiota? ¡Mirá si vamos a venirnos del secundario a ratearnos al sótano de esta escuela!
Euge odiaba a Lali cuando se ponía nerviosa y tonta. Hasta pensó en dejarla fuera del plan. Pero Lali era su mejor amiga desde primero... Y además, cuando se le pasaba el miedo, hasta era divertida... Y además, no iba a ir sola con los dos chicos para que la verdugueen todo el tiempo... Y además, los chicos no iban a querer. Y además, ella también tenía un miedo bárbaro mezclado con unas ganas bárbaras de ir. No era cuestión de achicarse ahora y tener que bancarse el gaste de Peter y de Nico.
Euge tenía cosquillas en el estómago. Faltaban años para que llegara el día siguiente. Les iba a decir a los chicos que fueran esta tarde a su casa para planear bien todo. No, mejor a casa de Nico, que seguro que la madre no estaba. No, a la casa de Nico tampoco, porque a Lali no la iban a dejar. Mejor reunirse en la plaza. La plaza era el lugar más seguro. Rompió una hoja borrador y escribió: ''Esta tarde a las cinco nos encontramos en la placita''. No la firmó, por si alguien la leía, y se la pasó a Lali.
-¿No iba a ser mañana? -le preguntó Lali después de leerla.
-Hoy es para organizarlo todo, pasala.
-¿Organizar qué?
-¡Pasala!
-¿A Peter? -volvió a preguntarle Lali.
-No, a la maestra. -se burló Euge.
Decididamente, hoy Lali estaba tonta.
Euge le sacó la nota. Se estiró por atrás de Lali y le pasó el papelito a Peter por debajo del banco. Esperó de reojo la respuesta de un okey que llegó enseguida. Listo. ¡Uy!... no había copiado nada de lo que había en el pizarrón, ¡Y Lali tampoco! Empezó a escribir a mil.
De repente, cayó un bollito de papel sobre la hoja. Lo abrió. Era el mismo papel que ella había mandado y traía respuesta: ''Voy a estar ahí a las cinco en punto. Gracias por invitarme''.
Miró a Peter para decirle que había recibido la respuesta, pero Peter estaba copiando. Miró a Nico, pero Nico estaba leyendo una revista. ¿Quién había mandado esa nota? Todos los chicos estaban haciendo el ejercicio, o haciéndo que hacían el ejercicio. Escuchó una risita atrás suyo. Se dió vuelta y ahí estaba Paula, saludándola con esa horrible mano regordeta de uñas comidas.
¿Cómo diablos había hecho para agarrar el papel? ¿Cómo sabía que ella lo había escrito? Seguro que la había visto cuando ella lo pasaba. Siempre estaba con las antenas paradas para enterarse de todo.
Tenían que cambiar de lugar: plan que Paula descubría era plan arruinado. Pero mejor lo arreglaban a la salida, ¡y que Paula fuera a la plaza si quería! Por lo pronto, ya estaba enterada de que tramaban algo. ¿Sabía quiénes? ¿Sabía qué? Lo único seguro, era que intentaría enterarse de todo.
Sonó el timbre de salida. Eugenia guardó todo en la mochila y se acercó al banco de los chicos.
-En la plaza no se puede -les dijo-. Se enteró Paula.
-¿Paula? -Peter no lo podía creer- ¿Cómo hizo la gorda para leer el papel?
-¿Cómo hizo? ¿Cómo hizo? Lo leyó -Nico estaba furioso-. Lo leyó porque ustedes son dos salames que se andan pasando papelitos delante de ella.
-¡Pero yo me lo guardé en el bolsillo! -se defendió Peter-. ¿Qué tiene Paula, rayos láser?
-No, ella no tiene rayos láser, vos tenés el bolsillo agujereado, gil -le contestó Nicolás.
-Bueno, paren. Lo que es seguro es que hay que cambiar de lugar -dijo Eugenia.
-Podemos reunirnos en mi casa -propuso Peter.
-¿Para que vamos a ir a tu casa...? -sonó la vocecita chillona de Paula en sus orejas.
-Para matar a una gorda metida, ¿querés venir? -le contestó Nico.
-¡Tarado!
Y con esa respuesta, Paula se fué a formar ofendida, pero con la oreja atenta a pescar en qué andaban sus compañeros.

El encuentro de esa tarde estaba resuelto: a las cinco en la casa de Peter. Se despidieron en la puerta después de recomendarse mil veces que nadie hablara del asunto ni con el espejo.

Capítulo 1 ☺ Espero que les guste!
Ya estoy odiando a Paula jajaja :p

Mi otra novela: laliypeternovelaslaliter.blogspot.com.ar

Juli. (@esposmysmile)

viernes, 20 de febrero de 2015

Fallen Map {Prólogo}

Cuatro chicos de séptimo grado planean ratearse de la hora de Geografía escondiéndose en el sótano de la escuela. El plan es perfecto, salvo por un detalle: no se imaginan que una compañera francamente insoportable se va a colar en la escapada...¡La buchona del grado!

Mientras allí abajo suceden, sin pausa, infinitas -y muy divertidas- situaciones (desde confesiones inesperadas hasta un juicio improvisado), en la superficie se desarrolla otra historia: la de la maestra, la directora y los padres, quienes reaccionan de formas muy diferentes frente a la extraña desaparición de los chicos.

MI OTRA NOVELA: http://laliypeternovelaslaliter.blogspot.com.ar/